“Orad sin cesar” 1 Tesalonicenses 5:18. 

Estamos aprendiendo a la fuerza el significado de este versículo. Antes del coronavirus muchos creían que la “oración sin cesar” se aplicaba solo a los pastores, intercesores, misioneros… Pero en este tiempo de pandemia, cada vez que decimos: “Señor, ayúdame al salir de casa”. “Necesito tu protección cuando vaya al mercado”. “Cuida a mis familiares que están en otro país”. “Dame sabiduría con los niños y mi cónyuge”. “Guárdame en el trabajo”. “Dame palabra para hablarle a esta persona que no te conoce”. “Señor, sana al que está enfermo…” estamos practicando la oración sin cesar.

No necesitamos una pandemia para experimentar la presencia de Dios en nuestra vida de modo permanente, pero Dios sabe cómo sacar el máximo provecho a las pruebas. 

Pasar tiempo con Dios es algo básico, y debemos aprenderlo en la tierra porque será algo diario en los cielos. Si no lo hacemos aquí, tendremos un “choque cultural” cuando estemos en la eternidad. La delicia del cielo es la comunión sin cesar con Dios y su Iglesia. Lo demás, es para acompañar ese deleite eterno. 

Elías tenía una frase contundente que revelaba su íntima comunión con Dios: “Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy” (1 Reyes 17:1; 18:15). Según Santiago 5:17, Elías era un hombre sujeto a debilidades como las nuestras, sin embargo, podía experimentar la presencia de Dios permanentemente. Sabía que Dios estaba oyendo y respondiendo sus oraciones. Eran verdaderas charlas con Dios, compartiendo pensamientos, peticiones, alegrías, agradecimiento… 

Fuimos creados para compartir una relación profunda y eterna con el Padre Celestial. Ese es su anhelo. Todavía nos sigue llamando como lo hizo con Adán y Eva: “¿Dónde estás tu?”. Y hoy es más fácil encontrarnos: en casa, en cuarentena, con tiempo disponible…  Tal vez esta pandemia nos lleve a descubrir el deleite que es la comunión íntima con el Señor.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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