“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. 2 Corintios 12:7-9.

La mayoría de los eruditos bíblicos coinciden en que el aguijón del apóstol Pablo podía ser una enfermedad en sus ojos. Según algunos argumentos, cuando Saulo cayó bajo la luz divina camino a Damasco quedó ciego, y aunque después de tres días recuperó la vista, aparentemente sus ojos quedaron debilitados. Años más tarde, cuando Pablo va a Galacia, menciona que les predicó en medio de una “enfermedad en su cuerpo” (Gálatas 4:13) y que ellos estuvieron tan dispuestos a cuidarlo que hasta se hubieran “sacado sus propios ojos para dárselos” (Gálatas 4:15), refiriéndose a la disposición para ayudarlo. Esta es la única alusión directa a un problema de salud del apóstol. Lo cierto es que Dios tuvo un propósito en no revelar la naturaleza exacta del aguijón de Pablo, por lo que más allá de cual fuera esa condición, lo importante es lo que el Señor nos quiere enseñar.

En la antigua traducción griega del Antiguo Testamento, conocida como la Septuaginta, la palabra skolops, aguijón, da la idea de algo que frustra y causa problemas en la vida de aquellos que son afligidos. La aparente enfermedad de Pablo no era su principal problema, sino lo que producía en su estado de ánimo.

Pablo oró, clamó, rogó tres veces de manera intensa a Dios para que le quitara ese aguijón, pero la respuesta fue: “¡Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad!” Pablo no sería liberado de su debilidad física, pero sería capacitado sobrenaturalmente para sobrellevarla.

Sabemos que Satanás no puede tocar a un hijo de Dios, pero el Señor permitió ese aguijón con un propósito y Pablo lo tenía claro: “Para que no me exaltase desmedidamente”. Wow, Dios prefería un siervo humilde que acabara la carrera con gozo que un héroe indestructible perdido por su orgullo.

Esta debilidad, paradójicamente, hizo más fuerte y útil a Pablo “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2 Co. 12:9). ¡Aleluya! ¡Dios hace la diferencia cuando nos apoyamos y dependemos de Él!

¿Cuáles son tus debilidades? ¿Tienes algún aguijón que te perturba? Recuerda el consejo de Pablo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. (2 Co. 12:10).

Cuando estamos conscientes de nuestras debilidades y permitimos que Dios nos llene con su poder, entonces llegamos a ser mucho más fuertes de lo que pudimos haber sido jamás dependiendo de nosotros mismos.

¡Qué victoria más grande obtiene todo hombre y toda mujer que está asido así de firme a Cristo! Aunque nos sintamos débiles, realmente somos fuertes.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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