“Entonces aquellos cinco hombres salieron, y vinieron a Lais; y vieron que el pueblo que habitaba en ella estaba seguro, ocioso y confiado, conforme a la costumbre de los de Sidón… Y estaban lejos de los sidonios, y no tenían negocios con nadie… llegaron a Lais, al pueblo tranquilo y confiado; y los hirieron a filo de espada, y quemaron la ciudad. Y no hubo quien los defendiese, porque estaban lejos de Sidón, y no tenían negocios con nadie.” (Jueces 18:7, 27,28).

Lais era una ciudad cananea situada el norte de Jerusalén. Estaba separada de los de Sidón y no había establecido alianzas militares con nadie. Los habitantes de esa ciudad tenían costumbres parecidas a los sidonios, abocados más a la agricultura y el comercio que a los conflictos bélicos.

La principal debilidad de esta ciudad fue estar aislada. Sus habitantes se sentían autónomos, independientes y auto protegidos. Creían que no necesitaban la ayuda de nadie. ¿Cómo llegaron a este punto? Dice el versículo que leímos que “estaban seguros, ociosos y confiados”. Ese fue el motivo de su caída.

Puede que en algún momento de nuestra vida nos sintamos como los ciudadanos de Lais, “seguros, ociosos y confiados”, a tal punto que dejemos de relacionarnos, de comunicarnos, de animarnos y orar unos por otros. El diablo es muy astuto y sabe que si logra separarnos del Cuerpo de Cristo somos presa fácil.

Hay una vieja ilustración que vale la pena recordar. Un pastor fue a visitar a un hermano que hacía tiempo que no veía. Mientras los dos se sentaban frente a una fogata, este hermano comenzó a hablar acerca de todas las razones que le impedían asistir a la iglesia. El pastor, en medio de la conversación se inclinó hacia el fuego y separó una brasa que poco a poco alejada de las llamas se fue apagando. Enseguida el hermano entendió el mensaje y a partir de ese día nunca dejó de congregarse. Buen ejemplo para nosotros.

Hebreros 10:25 dice: “No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca”.

Nunca abandones la comunión. Ahora más que nunca necesitamos seguir preocupados unos por otros, nutriéndonos y creciendo espiritualmente y siendo de bendición.

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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