“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma…” Salmo 34:1-2.

Según el pequeño comentario que hay en el encabezamiento de este Salmo, David lo escribió después que “había mudado su semblante delante de Abimelec, y él lo echó, y se fue”.  Si recordamos esta historia, David estuvo a punto de morir y escapó milagrosamente del rey de los filisteos. En ese momento se encontraba solo, fuera de su patria, de las cosas que lo hacían alegrar. Sin embargo, a pesar de esas circunstancias, David decidió alabar y bendecir continuamente el nombre de Dios.

La palabra “alabanza” corresponde al vocablo hebreo “tejiláh”, que significa “elogio, específicamente en un himno; alegría, canto, loor; aprecio genuino por las acciones y el carácter de Dios”. Se usa en relación a la adoración, acción de gracias y alabanza a Dios expresada a través de cantos. 

Aunque no todos podemos afinar a la perfección y tener un timbre maravilloso, todos tenemos cuerdas vocales que debemos usar para cantarle a Dios. Entonar una alabanza no significa cantarle a un público humano; es cantarle a Dios directamente. Puede que lo hagas en voz alta, o muy bajito; que lo hagas usando notas altas o bajas; en la iglesia o en la ducha… Pero siempre tu auditorio tendrá un espectador, Dios. 

El Señor se goza con la alabanza de sus hijos. Habita en medio de la alabanza. “Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel” (Salmo 22:3). Si te parece que Dios está lejos, solo comienza a alabarle. Sentirás en tu corazón que Dios está allí mismo donde te encuentras recibiendo tu adoración.

Cuando comenzamos a alabar a Dios, nos encaminamos hacia una victoria. Así pasaba con el pueblo de Israel. Había guerras en donde solo debían alabar a Dios y dejar el resto en las manos del ejército celestial. “Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros.” (2 Crónicas 20:22). Tal vez estás esperando la intervención directa de Dios en alguna situación para comenzar a alabar a Dios, pero muchas veces es al revés, cuando comenzamos a alabarle, Él interviene.

Quiero animarte a que comiences tu semana con el mismo corazón que el salmista. Empieza cantando alabanzas a Dios solo, sin compañía, mirando con ojos espirituales a Aquel que recibe tu adoración. Comienza alabando a Dios por lo que ha hecho en tu vida y por lo que Él es para ti. Piensa en todas las bendiciones recibidas. Recuerda las maneras en que te ha expresado su amor y cuidado. ¡Alaba a Dios y verás qué diferente es tu semana!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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