“Tengo que conocer a Jesús”

“Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”. Lucas 19:4-5.

Zaqueo era muy conocido en Jericó. No solo era recaudador de impuestos para el gobierno romano (puesto despreciable para cualquier judío) sino que además era el jefe de los publicanos y muy rico. ¡Todo el mundo sabía que había conseguido su dinero por medios deshonestos! Aborrecido por los buenos, envidiado por los malos, se había enfocado en el ídolo más común de todas las épocas: El dinero.

¿Me creerías si te digo que el nombre Zaqueo en hebreo significa “puro”? Pues así es. Los judíos elegían los nombres para sus hijos pensando en su futuro. Imagino que los padres de Zaqueo habrán pensado que su hijo sería un hombre honesto, de buena reputación y comprometido con Dios como su nombre lo indica. Pero algo pasó en su juventud que le llevó a tomar el camino ancho y manchó su buen nombre.

¡La gran noticia era que Jesús estaba en la ciudad! A Zaqueo le habían contado historias maravillosas sobre Él y quería conocerlo personalmente. Había un vacío en su interior que ni siquiera las riquezas habían podido llenar. ¿Y si Jesús fuera el Mesías…?

El Maestro iba rodeado por una gran multitud y era imposible verlo, así que Zaqueo decidió subirse a un árbol para ver a Jesús. Para su sorpresa, al pasar por donde él se encontraba, el Señor lo llamó por su nombre y le ofreció ir a su casa. ¡Imaginas el gozo de Zaqueo! A partir de ese momento jamás volvió a ser el mismo. ¡Qué tremendo milagro! Ahora Don Puro tenía una vida acorde con su nombre.

Todos tenemos la oportunidad de encontrarnos con Jesús y recibir lo que desea compartir con nosotros, pero primero debemos sacar cualquier ídolo de nuestro corazón. Pueden ser personas, el trabajo, un ministerio, el dinero, posición social, popularidad, poder, placeres, todo aquello que nos aleje de Dios.

Para conocer profundamente al Señor debemos darle el primer lugar en nuestra vida. A partir de ese momento todo cambia. Podemos tener gozo, recibir su paz, tener esperanza, tranquilidad de espíritu y un corazón entendido de su voluntad.

El Señor nos sigue llamando por nuestro nombre e invitando a conocerle y disfrutar de una relación profunda con Él. No dejes que algo te lo impida. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. (Apocalipsis 3:20).

Pastor Pablo Giovanini

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